domingo, 2 de abril de 2017

La Cultura Política y los “Desheredados”

José María Llanos. Pdte VOX Valencia.
Cuando se habla de “cultura política” se está haciendo referencia a cuánto de participación ciudadana, cuánto de influencia ciudadana, y cuánto de conocimiento ciudadano, se da en una sociedad concreta, en un país, respecto de la política. La intervención del ciudadano en la política se ha producido de forma diametralmente opuesta según el sistema político vigente (dictadura, democracia, monarquía, república), y según el contexto histórico en el que nos encontremos. A la vista del tipo de organización política, se puede hablar de un ciudadano que, o no tiene ninguna cultura política (parroquial), o bien es un hombre en desarrollo de su cultura cívica (súbdito), o ya tiene una participación directa en las decisiones políticas (participativo); en el primer caso, en el parroquialismo, la participación política de los habitantes de una ciudad o estado, es mínima, y su cultura política también es casi inexistente; en el segundo, el ciudadano tiene conciencia de la existencia de una autoridad gubernativa, que comprende, que acepta conscientemente, y que considera legítima unas veces, y otras no. 
VOX Valencia. Procesión cívica del 9 de Octubre.

Pero su actitud sigue siendo pasiva, muy poco participativa; y en un sistema político con una cultura de participación, los miembros de una sociedad tienden a la intervención política directa, asumiendo un rol notablemente activo. Pero este último caso tampoco es homogéneo, puesto que nos encontramos con una cultura política sistemáticamente mixta: partiendo del individuo parroquial, súbdito y participativo, aparece una realidad que se estructura en el parroquial-súbito, el súbdito-participativo, y el parroquial-participativo. Sin embargo, a pesar de la cultura de participación, mediante cartas a los políticos, manifestaciones, movimientos cívicos, afiliación política, actividades de protesta, el boicot o consumo político, etc.; podemos encontrarnos con momentos históricos en los que se produce un enorme desencanto y un rechazo a la propia actividad política, por el sentimiento real de abandono que provocan los llamados a ejercer directamente un servicio público: la política con mayúsculas. 

Y en este jardín de grises y negros, en estos momentos de crisis social y económica, el ciudadano, la persona, se siente completamente desamparada, y corre el riesgo de caer en discursos mesiánicos, alocados, impracticables, falsos, que únicamente pretenden pescar en río revuelto. No todo vale en el servicio público. No sirve de nada sustituir la casta por la nomenclatura, como señala el historiador Fernando Paz. Por el contrario, frente al fatalismo, y frente a los oportunistas políticos, lo que hace falta en estos momentos de crisis sistémica es una voz clara que luche por abrirse paso, que sea la voz de los desheredados, de los olvidados, de los manipulados, de esos hombres y mujeres corrientes, que cada día, con su esfuerzo, han salido adelante, y han sabido sacar adelante a sus familias, a sus negocios, a sus trabajos, en mitad de una crisis. 

Hace falta una voz que grite por ese autónomo que lucha por desarrollar una idea, un proyecto, y que ve cómo le están enterrando bajo trabas administrativas e impuestos usurarios; por ese trabajador que no tiene trabajo, porque primero hay que “recuperar” y “rescatar” a las grandes corporaciones bancarias que fueron en gran medida culpables de la crisis; por esa mujer que teme dar a luz a su hijo, porque no tiene con qué alimentarle; por esos padres que no pueden ejercer la autoridad moral sobre sus hijos; por ese maestro que es perseguido cuando quiere transmitir el espíritu de sacrificio y superación a sus alumnos. Y hace falta esa voz, porque quien sostiene nuestra Nación son esas personas, esas familias que, con su esfuerzo, con su compromiso, con su dedicación y con su amor, mantienen encendida la llama de la esperanza en nuestro futuro. 

Decía G.K. Chesterton que “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”. Sin embargo, la familia, las personas, en su entrega y en su empeño diario por sobrevivir, no son nunca noticia en los periódicos.


A pesar de todo, la dignidad del hombre está por encima de noticias y focos; la dignidad de un hombre no la puede defender un Estado, un gobierno, un poder político; pero ni mucho menos puede atacarla. Le pertenece al hombre en cuanto tal, es intrínseca a él. El poder no tiene conciencia, no tiene sentimientos, no tiene alma. Las personas sí. Como decía Sir Thomas Browne: “El Alma es lo único que hay en el hombre, que no debe rendir homenaje al sol”.

La Cultura Política y los “Desheredados”

José María Llanos. Pdte VOX Valencia.
Cuando se habla de “cultura política” se está haciendo referencia a cuánto de participación ciudadana, cuánto de influencia ciudadana, y cuánto de conocimiento ciudadano, se da en una sociedad concreta, en un país, respecto de la política. La intervención del ciudadano en la política se ha producido de forma diametralmente opuesta según el sistema político vigente (dictadura, democracia, monarquía, república), y según el contexto histórico en el que nos encontremos. A la vista del tipo de organización política, se puede hablar de un ciudadano que, o no tiene ninguna cultura política (parroquial), o bien es un hombre en desarrollo de su cultura cívica (súbdito), o ya tiene una participación directa en las decisiones políticas (participativo); en el primer caso, en el parroquialismo, la participación política de los habitantes de una ciudad o estado, es mínima, y su cultura política también es casi inexistente; en el segundo, el ciudadano tiene conciencia de la existencia de una autoridad gubernativa, que comprende, que acepta conscientemente, y que considera legítima unas veces, y otras no. 
VOX Valencia. Procesión cívica del 9 de Octubre.

Pero su actitud sigue siendo pasiva, muy poco participativa; y en un sistema político con una cultura de participación, los miembros de una sociedad tienden a la intervención política directa, asumiendo un rol notablemente activo. Pero este último caso tampoco es homogéneo, puesto que nos encontramos con una cultura política sistemáticamente mixta: partiendo del individuo parroquial, súbdito y participativo, aparece una realidad que se estructura en el parroquial-súbito, el súbdito-participativo, y el parroquial-participativo. Sin embargo, a pesar de la cultura de participación, mediante cartas a los políticos, manifestaciones, movimientos cívicos, afiliación política, actividades de protesta, el boicot o consumo político, etc.; podemos encontrarnos con momentos históricos en los que se produce un enorme desencanto y un rechazo a la propia actividad política, por el sentimiento real de abandono que provocan los llamados a ejercer directamente un servicio público: la política con mayúsculas. 

Y en este jardín de grises y negros, en estos momentos de crisis social y económica, el ciudadano, la persona, se siente completamente desamparada, y corre el riesgo de caer en discursos mesiánicos, alocados, impracticables, falsos, que únicamente pretenden pescar en río revuelto. No todo vale en el servicio público. No sirve de nada sustituir la casta por la nomenclatura, como señala el historiador Fernando Paz. Por el contrario, frente al fatalismo, y frente a los oportunistas políticos, lo que hace falta en estos momentos de crisis sistémica es una voz clara que luche por abrirse paso, que sea la voz de los desheredados, de los olvidados, de los manipulados, de esos hombres y mujeres corrientes, que cada día, con su esfuerzo, han salido adelante, y han sabido sacar adelante a sus familias, a sus negocios, a sus trabajos, en mitad de una crisis. 

Hace falta una voz que grite por ese autónomo que lucha por desarrollar una idea, un proyecto, y que ve cómo le están enterrando bajo trabas administrativas e impuestos usurarios; por ese trabajador que no tiene trabajo, porque primero hay que “recuperar” y “rescatar” a las grandes corporaciones bancarias que fueron en gran medida culpables de la crisis; por esa mujer que teme dar a luz a su hijo, porque no tiene con qué alimentarle; por esos padres que no pueden ejercer la autoridad moral sobre sus hijos; por ese maestro que es perseguido cuando quiere transmitir el espíritu de sacrificio y superación a sus alumnos. Y hace falta esa voz, porque quien sostiene nuestra Nación son esas personas, esas familias que, con su esfuerzo, con su compromiso, con su dedicación y con su amor, mantienen encendida la llama de la esperanza en nuestro futuro. 

Decía G.K. Chesterton que “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”. Sin embargo, la familia, las personas, en su entrega y en su empeño diario por sobrevivir, no son nunca noticia en los periódicos.


A pesar de todo, la dignidad del hombre está por encima de noticias y focos; la dignidad de un hombre no la puede defender un Estado, un gobierno, un poder político; pero ni mucho menos puede atacarla. Le pertenece al hombre en cuanto tal, es intrínseca a él. El poder no tiene conciencia, no tiene sentimientos, no tiene alma. Las personas sí. Como decía Sir Thomas Browne: “El Alma es lo único que hay en el hombre, que no debe rendir homenaje al sol”.

A “VICENTE GONZÁLEZ LIZONDO”, IN MEMORIAM


José María Llanos. Presidente VOX Valencia.
José María Llanos. VOX Valencia.
Recordando el fallecimiento el pasado 23 de noviembre, de Rita Barberá, me ha venido a la memoria otro fatídico 23, pero de diciembre de 1996, fecha en que González Lizondo dio su vida por amor a Valencia y a los valencianos. Es de justicia recordar a este también valenciano insigne, y honrar su memoria.

Compartieron la alcaldía de forma bicéfala, cambiando para siempre la ciudad de Valencia. Recuperaron las tradiciones más arraigadas: el “Te Deum” del 9 d’Octubre; se recuperó gran parte del patrimonio de la “Valencia fundacional”, la cárcel de San Vicente, el Convento de Trinitarias, se restauró la Basílica de la Virgen. Y no permitió la investidura de Eduardo Zaplana como Presidente de la Generalitat, hasta que éste aceptó la creación de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, igual que había presionado a Pérez Casado con el Palau de la Música.
Vicente González Lizondo.
Vicente González Lizondo.

Desde el Grup d’Acció Valencianista y la Unión Regional Valenciana fundó, junto al también exalcalde de Valencia, Ramón Izquierdo, el partido Unión Valenciana. Como diputado nacional, sus intervenciones no pasaron inadvertidas. Su  intervención en el Congreso de los Diputados, depositando una naranja en el atril, fue protestada con silbidos y risas del grupo popular, pero continuó con sus palabras; y al finalizar, cogió la naranja, se dirigió al escaño del presidente Felipe González y, depositándola sobre sus papeles, le dijo: “esta naranja es para que no se olvide de los problemas que tienen los agricultores y los valencianos”.
Hombres como González Lizondo marcan la diferencia; quiso renunciar al sueldo de diputado nacional e insistió en que se entregara a la Cruz Roja. Posteriormente, dimitió de diputado nacional, y de concejal en el Ayuntamiento de Valencia, para con su gesto forzar la dimisión de otro diputado tránsfuga; siempre por su amor a Valencia, “cap i casal” de su Reino. Y como todo hombre destacado por sus virtudes, fue rechazado por los mediocres; pasó un calvario en su propio partido, y fue expulsado por negarse a que Unión Valenciana se escorara hacia el nacionalismo valencianista.

Recuerdo aquellas imágenes bajando de la Presidencia de la Cámara valenciana, y cómo su desfibrilador empezó a sacudir su cuerpo ya casi inerte. El corazón de D. Vicente no pudo aguantar la deslealtad de sus excompañeros de partido.

Cuando uno se acerca a personalidades como la de González Lizondo, corre el riesgo de perderse en la nostalgia de tiempos pasados; y de pensar que algunas figuras son irrepetibles. No es esa mi intención; sólo pretendo reflexionar sobre lo que somos, como personas, como valencianos, como españoles, y una forma de hacerlo es rescatando, trayendo a nuestro presente, a quienes han conformado nuestra historia común, que han dado su vida por lo que creían, y que han sido “libres”; de alma y de pensamiento; de ataduras y de “convolutos”; para decir sí y para decir no. Mi intención es mirar la historia para aprender de ella.
Y una parte esencial de esa historia está firmada por Lizondo, hombre cabal, y fiel a sus principios. Creo que en la vida necesitamos referentes; en mi caso, en mi vida política, he de decir con toda humildad, que Vicente González Lizondo es un referente de principios, de voluntad, de fortaleza, de pasión, y de amor a España y a su Patria chica, nuestra querida Valencia.


Quiero concluir este recuerdo, mostrando mi respeto y mi mayor consideración a su esposa, Teresa Sánchez, y a sus tres hijos; y quiero decirles que, en lo que de mí dependa, el trabajo, el sacrificio, y la entrega de D. Vicente nunca serán olvidados.

A la que huelan los elefantes

José María Llanos. Pdte VOX Valencia
A fuerza de escuchar diariamente tantas obviedades entre nuestros políticos, perdemos el equilibrio sobre esa fina cuerda que es la realidad. Se apoyan en expresiones como: de todos sabido, hay que ser políticamente correctos, es de niños educados no preguntar, ni siquiera suponer. 

El último eslogan que nos han vendido sin pudor ni vergüenza es que necesitamos un gobierno, “sea el que sea”, aunque no sea el que eligió el pueblo democráticamente; y así nos engañan quienes andan ávidos de poder, vendidos por un puesto o por un café -vete tú a saber-, como niños que no saben qué hacer con el juguete que les ha caído del cielo, o les han traído los Magos (o las Magas de Ribó); no saben si compartir el juguetito o repartirlo, o quedárselo para sí; andan pues los infantes (Pedro, Pablo y Albert) medio ufanos, medio “no me lo puedo creer”, medio “hay que hacer lo que sea para estar ahí”; pero por lo demás, “que no se note que no me han votado para gobernar” –nunca el PSOE tuvo menos apoyo ciudadano-, ni a ellos, ni a sus formaciones políticas. Si hoy se acercan Pedro y Pablo (no sé si también Wilma y Betty), entonces proponemos un gobierno “progresista”; si son Pedro y Albert, un gobierno “por el cambio”, aunque el cambio sea saltar de la sartén al fuego. Mientras tanto, nada más se asoma a la tele quien ganó las elecciones (y yo no le voté), saltan una pléyade de noticias sobre financiación ilegal de partidos: caso Gürtel, caso Taula, sobre los que todos se abalanzan como si también los “medios mediáticos” hubieran tomado partido por quienes perdieron las elecciones, y entre todos, hacen piruetas, repitiendo hasta la saciedad lo que ya nos han contado tropecientas veces.
José María Llanos. Pdte. VOX Valencia en las calles de Valencia.
José María Llanos. Pdte. VOX Valencia. En las calles de Valencia.

Pero no pasada nada; los ciudadanos no preguntemos, no sepamos. Sobre todo no preguntemos cómo es que tanto Gürtel y ni una palabra sobre la grave sospecha de financiación ilegal de Podemos: 11 millones de nada -pero esa nada son “euros”-, cuando el caso Taula son 49 mil euros. Y lo increíble es la falta de curiosidad judicial española; lo sorprendente es que en todo este limbo han empezado a volar elefantes, Y mientras, corriendo un tupido velo (o estúpido, según se mire), miramos “pa Cuenca” que está despejado, ante la denuncia –muy seria denuncia de la DEA, agencia norteamericana contra el narcotráfico-, sobre la susodicha financiación ilegal de Podemos. Ni siquiera se trata de que un Estado extranjero (Irán, Venezuela) financien a un partido político, que ya es de por sí ilegal; es que además, se le financia para fomentar el totalitarismo izquierdista antidemocrático que aún sobrevive en la dictadura de Maduro; es que además, se le financia para trasladar esa experiencia antidemocrática por medio de un partido pro bolivariano como Podemos, a la vieja Europa, empezando por la pobre España; es que además, son quienes hablaban de sustituir la casta, y se refocilan en hoteles de lujo en Venezuela, y cobrando dinero del régimen a capachos.

Y luego tenemos al PSOE; ¿qué es eso de los ERE?, ¿Qué miles de millones de euros? No sé, no entiendo, será un sueño. Y lo será seguro, porque con tantos jueces “estrella” que tenemos en España, que dicen perseguir la corrupción, ¿cómo puede ser que estén prescribiendo una a una las causas en Andalucía, por pasividad judicial?

Pero nos vamos del sur al norte de nuestra “asolada y desolada” España, y nos encontramos con tramas de porcentajes, de “mordidas” familiares que se han producido durante décadas con total impunidad. Ahora salen los “papeles de Panamá”, y curiosamente también Pujol aparece por ahí –igual ya no le cabía el dinero en Andorra-. Y tampoco pasa nada; mira que si el “ex molt Honorable” tira de la manta … Y así estamos, con un sistema político supuestamente democrático, en el que se puede chantajear al gobierno, a la justicia, porque “si yo caigo caemos todos”. 

Esto es inaudito, esto es bochornoso, esto es pecado: moral, político y judicial.

Esto está mal, España está mal, y el mundo está peor. ¿Pero es fruto de la casualidad?, ¿es producto de nuestra imaginación?, o ¿hay una voluntad expresa de que todo esto ocurra? Cada día estoy más convencido de la veracidad de nuestro acervo cultural: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Y los pescadores no somos los ciudadanos, no somos los españoles; son unos pocos, de casta o de caspa, que nos manipulan, nos engañan, y nos explotan. 

La inculturización, la desinformación, el adoctrinamiento, son nuevas formas de esclavitud; y en esas estamos. ¿Espabilamos? Por España, por la sociedad, por nuestros hijos: ¡Ya basta!

“Izquierda y Derecha, y el sombrero de copa”


José María Llanos Pitarch
Pdte. de VOX Valencia, y Candidato al Congreso
(artículo publicado en Las Provincias, el 01/02/2015)

Decía Heidegger que “las palabras son a menudo en la historia, más importantes que las cosas y los hechos”. Ha llovido mucho desde que el marketing político se inventara, pero antes de eso ya Stalin vislumbró la importancia que en política tienen los términos, cuando afirmaba: “De todos los monopolios de que disfruta el Estado, ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario”. En ese demostrado beneficio que es el dominio del lenguaje, la dicotomía izquierda-derecha es uno de esos aciertos que la ideología de izquierdas ha conseguido situar en nuestras mentes. Históricamente, la dicotomía viene del banco izquierdo y derecho en el que respectivamente se sentaban Jacobinos y Girondinos en la Revolución Francesa, pero hay que reconocer que nunca con posterioridad “izquierda o derecha” han vuelto a tener contenidos pragmáticos y estables. Así, ocurre que en este errático discurrir histórico, por poner un ejemplo, vemos cómo la  Unión Soviética se convirtió a la economía de mercado, y al capitalismo de Estado; cosa que, por otra parte, se reconoció en la cumbre socialista de junio de 1999 en Buenos Aires, donde los laboristas británicos y los socialistas, franceses y alemanes, en la declaración de la llamada “tercera vía”, mantuvieron: “apoyamos expresamente una economía de mercado, no una sociedad de mercado”.  En estas llamadas al fortalecimiento del Estado frente al individuo, que queda al margen de la economía, no deja de intuirse cierta perversión, pues en realidad se convierte en un recorte de libertades individuales de acceso al mercado, cuya hegemonía controla absolutamente el Estado (habremos de releer a André Frossard). Con todo, lo que importa en la calle, no es tanto su congruencia o no, ni siquiera su realidad. En esta guerra de palabras e ideologías, los autodenominados progresistas descalifican a los llamados de derechas, como reaccionarios, y han conseguido inculcar el complejo y una auténtica hemiplejía política al hacer desaparecer de las palabras políticas el uso de “derecha”. La desaparición de la nomenclatura se lleva a cabo en países como Argentina, en donde el uso del término es todo un juicio sumario. Pero también en España. Hete aquí que esa “autoridad moral” con la que la izquierda se autoproclama, hoy no sólo es discutida sino imposible de sostener, y así, los avezados políticos de la izquierda intentan desvincularse de su pasado remoto (muy desprestigiado), o más reciente (bolivenezolano), “de ese fantasma de Cuba que hoy es Venezuela”. Cuando Castro abandonó a Maduro a su suerte, abandonó a sus retoños allende los mares (podemos); su secretario general nos decía hace unos días: “la dicotomía izquierda–derecha está superada”. Esta noticia en prensa surgió como una idea meditada, y esconde la urgencia de dar salida a un discurso sin su referente más recurrente, la izquierda comunista: Venezuela. Demasiados lastres de los que parece oportuno librarse; pero en el desconcierto, que a bote pronto puede producir la declaración de este político, hay una realidad: “izquierda y derecha” no designan dos contenidos políticos. Ahora bien, no creo que la izquierda instalada renuncie a todas las prebendas que el lenguaje le proporciona, después de 200 años de réditos crecientes -eso “no lo verán mis ojos”-; es más, no creo que ni siquiera lo reconozca en nuestro país la clase política, a pesar del escepticismo que entre los politólogos produce la simplificación equívoca entre izquierda y derecha.

Hoy por hoy, sin entrar en más análisis, sí se observa que la ideología y teoría de la izquierda es profusa y conocida, pero ¿cuál es la ideología de derechas?, pues es absolutamente inexistente frente a la anterior. Cuando se intenta decir qué es la derecha, se hace con tanta generalización que con facilidad se cae en la contradicción, y casi siempre es una negación de la anterior izquierda. Y es que, qué es la derecha es algo que se ha ocupado de definir la izquierda. Cuando es uno quien decide el terreno de juego en el que se ha de jugar, parte de la ventaja más conveniente a sus intereses; esa es la superioridad moral con la que normalmente se presenta la izquierda. Alfonso López Quintás, en un espléndido trabajo sobre la manipulación a través del lenguaje, nos advierte: “Cuando pensamos, hablamos y escribimos, estamos siendo guiados por ciertos pares de términos: libertad-norma, dentro-fuera, autonomía-heteronomía...”, izquierda-derecha; “estos esquemas son dilemas”, y en ese dilema es en el que nos introdujo la dicotomía, y se produjo a lo McLogan, aquello de que : “no se dice algo porque sea verdad, sino que se hace verdad porque se dice”.



La cuestión desde el punto de vista de generadores de riqueza es clara: rentas del capital y rentas del trabajo; pero en el terreno de la ideología general no lo es tanto. Así pues, interesa a la izquierda ideológica que haya una derecha ideológica: introduce el dilema y con ello el reparto de papeles. Mientras que además la izquierda en la apoteosis final de este truco de prestidigitación ha conseguido que, atónitos por el humo, veamos en el ser de izquierdas implícito un buen número de bondades: progreso mental, abolición de diferencias, defensa de la justicia, verdad, apropiándose de palabras que realmente ni son suyas, ni a ellas responde, pero que están dentro del sombrero de copa de ese ilusionista, sombrero del que desgraciadamente en realidad nunca salen. Para muestra me remito a la historia más reciente de Rusia, Cuba y China, tres bancos de prueba de la ideología de izquierdas, y de los que nadie duda de que si en algo son paradigmáticos es en que su modelo político nunca haya producido ni progreso mental, ni abolición de diferencias, ni defensa de la justicia, ni verdad. En este truco, el primer engañado es ése a quien le dicen que es de derechas, porque se defiende de los “ismos” de los que es acusado y que seguramente jamás padeció, y se petrifica entre acusaciones variopintas que van desde insolidario, retrógrado y hasta tirano capitalista, aunque viva de prestado en una casa de protección oficial y sea monje trapense. Y es que todo lo que no responde a la ideología de izquierdas es de derechas, y además ultra, si se resiste. 

 No vengo aquí a defender a quien no es de izquierdas, sino a levantar este “velo de mentira” que sufren los disidentes. Hemos sido engañados, y ya son legión quienes ante todo esto no reconocen su lugar según la teoría política, o la práctica política. Aunque en ese síndrome de Estocolmo, nos defendamos diciendo que no tenemos complejos y sí, somos de derechas porque creemos en España y no nos avergonzamos de su bandera; pero sinceramente resulta “raro” que seamos el único país del mundo en donde defender la bandera o decir el nombre de tu país, sea una forma política de derechas. Con estos parámetros ridículamente acuñados, creo sinceramente que la dualidad  izquierda-derecha ha sido agotada incluso entre sus defensores más acérrimos, y hoy asistimos sin perplejidad al hecho de que “nuestros mejores amigos de izquierdas” son hoy la burguesía más recalcitrante, expertos en delicatesen culturales de esas que no están al alcance de todos, o están en Consejos de administración de la Banca; mientras que muchos de esos que llaman de derechas son mileuristas, emigrantes, o pertenecen a la extinta clase media, o clase subsistente. Como decía una amiga “hemos sustituido la ética por la estética”, y ya el “ser” se ha convertido en “qué parece que se es”.



Visita de Santiago Abascal a las Fallas.









VOX Valencia en las calles de Valencia.